Trujillo trasladado preso desde Bani a San Cristóbal pidió que lo desamarrara cuando pasaban por Yaguate para no pasar en esas condiciones por la casa de una novia que alli tenia, siendo complacido.
En un humilde y
semidestruido bohío de esta ciudad, vive un hombre de edad avanzada, pero que
aún conserva parte de su energía de antaño. Este señor, de nombre Manuel de Js.
Guerrero Castillo (Mecola) realizó un hecho que antes no pudo ser contado por
las consecuencias que hubiera tenido para su persona.
Hoy que las sombras
de la larga noche de la dictadura se van despejando de Quisqueya, ya se atreve
Mecola a narrar su odisea.
Transcurría el año
1912, en tiempos del presidente Eladio Victoria y había en Baní un telegrafista
de nombre Rafael L. Trujillo. Para ese entonces Rafael Villalona era el primer
comisario y Marcial Soto, el comandante de armas. Guerrero Castillo era uno de
los pocos agentes del orden de la población.
Un día se
presentaron unos señores de la vecina villa de San Cristóbal buscando a
Trujillo porque se había robado un caballo y lo querían hacer preso. Trujillo
fue localizado en una fiesta que se celebraba en Boca Canasta y el primer
comisario Soto lo hizo preso acusado del robo del caballo.
A Mecola le fue
entregado el prisionero completamente amarrado y con la orden de llevarlo hasta
San Cristóbal y que no lo soltara por nada del mundo. Emprendieron la marcha y
al llegar al río Nizao, Trujillo pidió a Guerrero que lo desamarrara para no
pasar en esas condiciones por la casa de su novia que residía en Yaguate. Este
accedió a la petición del preso deteniéndose en la casa de la novia donde
tomaron café, siguiendo luego su marcha hacia su destino en San Cristóbal y
allí Guerrero entregó el prisionero al comandante de armas.
En ese entonces ese
hecho carecía de la importancia que iba a tomar después de 1930.
La vida de Guerrero
siguió transcurriendo normalmente, cumpliendo con el deber que le correspondía
como policía, destacándose siempre por su honradez y su devoción al estricto
cumplimiento del deber.
Después de 1930 en
una visita que hiciera el nuevo dictador a la ciudad de Baní, mando a buscar a
Guerrero diciéndole: “Ud. puede molestarme cuantas veces quiera en mí gobierno”,
poniendo en el compromiso a Mecola que le pidiera para así humillarlo como
había hecho con otros tantos, y tenerlo comprometido y taparle la boca para que
no hablara. Mecola se negó a pedirle y le dijo que, si quería ayudarlo que le
pasara una subvención, pero sin él pedírsela, saliendo inmediatamente de la
casa donde estaba Trujillo.
Por tres veces más
intentó Trujillo comprar la honradez de Mecola, preguntándole si él (Mecola) no
tenía que pedirle algo, siempre con la intención de verlo humillado y así
haberlo tenido entre sus redes, pero nunca Guerrero se humilló sabiendo siempre
conservar su honradez y hundiéndose cada vez más en la miseria hasta el día de
hoy.
Hoy Mecola puede
hacer pública su historia sin el temor de sufrir una tragedia. La época en que
el silencio se conseguía con el terror y con el dinero ha pasado y las
generaciones presentes podemos conocer un aspecto de la vida de un ser maligno
que hizo del robo una institución y del crimen un medio de acallar voces que
puedan levantarse contra su poder unipersonal.
En el episodio
vivido por Mecola queda señalado el aspecto que más distinguió a Trujillo:
Robar.
Guerrero Castillo
vivió en la pobreza, pero con la conciencia tranquila ya que supo desdeñar
todas las ofertas que le hiciera el tirano ajusticiado.
Falleció en 1971 a
los 95 años.
Texto enviado por Franklin Pimentel, escrito por Fabio Herrera Miniño. La entrevista se realizó en 1962.
No hay comentarios:
Publicar un comentario