La batalla del 19 de marzo de 1844, apenas 20 días de
declarada nuestra independencia de Haití.
178 años.
Luego de declarada la independencia dominicana, el presidente haitiano Charles Hérard organizó su ejército con 30,000 hombres con la finalidad de reprimir el movimiento independentista dominicano. Dicho ejército fue dividido en tres flancos para penetrar en la nación recién proclamada: el primero estaba al mando del General Pierret con 10,000 hombres, que entrarían por el norte y tomarían Santiago y Puerto Plata. El segundo estaba dirigido por el propio Hérard y pretendía tomar Azua y San Juan de la Maguana, y el tercero, dirigido por Souffront, debía entrar por Neyba.
La Batalla del 19 de marzo de 1844 se produjo en Azua con el enfrentamiento de las tropas dominicanas lideradas por el general Pedro Santana y las tropas haitianas encabezadas por el presidente haitiano, Charles Hérard Ainé. Esta justa implicó el inicio del afianzamiento de las ideas de independencia que se pusieron de manifiesto en el trabucazo del 27 de febrero de 1844. Con la división del ejército haitiano Hérard pretendía unir la columna del sur con la del norte para atacar a Azua, pero las tropas dominicanas, dirigidas por Fernando Taveras, Vicente Noble y Dionisio Reyes, atacan las fuerzas del General Broum que estaban posicionadas en las Marías, desarrollándose el primer combate en la Fuente de Rodeo.
Por otro lado, las tropas del General Suffrond avanzan
hacia Azua, enfrentándose en el Paso de la Hicotea con los dominicanos
comandados por Manuel Mora. Las tropas de Hérard pasan por los Jovillos
persiguiendo a Luis Álvarez, pero las tropas dominicanas del General Lucas
Díaz, apostadas en el Paso del Jura, atacaron al ejército haitiano.
Al entrar las tropas haitianas a San Juan son
enfrentadas por Francisco Soñé, Lucas Díaz, Jean E. Ceara y José Del C. García,
desalojándolas del río Jura. El mismo día 19 las fuerzas del jefe haitiano
Tomás Héctor entran en Azua y la encuentran desierta, pero el ataque es
rechazado por los dominicanos. Los haitianos atacan por el camino de Los
Conucos. Allí fueron enfrentados por Matías de Vargas, José Leger y Feliciano
Martínez.
En la comunidad El Barro, el ejército haitiano combate
contra las tropas de Duvergé, y luego son enfrentados por Nicolás Mañón en el
Cerro de Resolí. El ataque provocó la huída de los invasores de nuevo hacia el
río Jura. El día 19 los dominicanos se retiran a Sabana Buey.
Los soldados de Souffront son detenidos en La Hicotea;
reinician su marcha el día 20 para unirse a las tropas de Herrad. Esta
memorable batalla se inició a las 7:30 de la mañana.
¿Cómo estaba organizado el ejército dominicano en la
batalla del 19 de marzo? El 19 de marzo las tropas dominicanas estaban
posicionadas en puntos estratégicos en la ciudad de Azua. Estaban conformadas por
2,500 soldados, entre los que había hateros y monteros, que formaban el
ejército de Pedro Santana. Entre estos soldados se hallaban jóvenes azuanos que
habían sido entrenados por Antonio Duvergé y Francisco Soñé.
Las tropas criollas estaban repartidas entre El Camino
del Barro, donde se encontraba la fusilería azuana comandada por el capitán
Vicente Noble; en La Loma de Resolí, 200 hombres al mando de Nicolás Mañón; en
el centro de la villa había dos cañones, uno manejado por Francisco Soñé y otro
por José del Carmen García. Camino a Los Conucos y Las Clavelinas se encontraba
una fuerza de artillería comandada por Matías de Vargas, José Leger y Federico
Martínez. El 19 de marzo en la mañana, el General Hérard organizaba su ejército
con el fin de atacar a las tropas dominicanas, pero los dominicanos atacaron a
los haitianos que avanzaban por El Camino de los Conucos.
Este ataque fue rechazado por el cañón de Francisco Soñé, la fusilería de Lucas Díaz, Jean E. Ceara y José Del C. García. Desalojando el río Jura, el mismo día 19 las tropas del jefe haitiano Tomás Héctor entran en Azua y el ataque es rechazado por los dominicanos.
El historiador José Gabriel García relata que, aunque
los expedicionarios haitianos pelearon "con denuedo y sus jefes dieron
pruebas ostensibles de pericia e intrepidez, la defensa fue superior al ataque,
pues los encargados de ella aunaron sus esfuerzos..."
Continúa García: "...los invasores se vieron al
fin obligados a retroceder y batirse en retirada, primero los que venía por el
camino de San Juan, aterrorizados por los efectos del cañón; después los que
venían por Los Conucos, envueltos en la derrota de éstos; y en última los que
marchaban por El Barro, que fueron los que más resistieron, dejando el campo en
que maniobraron sembrado de cadáveres y despojos militares..."
Derrotados por todas partes, los haitianos "se retiraron, por último, a un lugar en que el camino forma un codo y se encontraron así al abrigo del fuego de los dominicanos. Los haitianos podían ser 5,000 en el momento del ataque. Los dominicanos reunidos en Azua y en un pequeño fuerte que domina el pueblo, a orillas del Vía, presentaban un efectivo de 1,500 hombres de los cuales sólo 800 tomaron parte en la acción que duró tres horas. Los haitianos se retiraron dejando en el campo de batalla una gran cantidad de muertos entre los cuales se cuentan dos generales, tres coroneles y un gran número de oficiales de todos los grados". (Carta del Cónsul St.-Denys al ministro de Asuntos Extranjeros de Francia, del 25 de marzo de 1844).
Por la noche, Santana organizó sus tropas y abandonó
Azua junto con sus pobladores, retirándose hacia Sabana Buey. En el camino dejó
dispuestas sus tropas colocándolas en diferentes puntos estratégicos,
especialmente en el paso del desfiladero de El Número, en donde el General
Antonio Duvergé quedó a cargo de la defensa. (Esta retirada de Santana, luego
de haber ganado la Batalla de Azua, ha sido uno de los puntos más
controversiales de nuestra historia republicana.)
Al otro día, cuando los haitianos se preparaban para
atacar, se dieron cuenta de que Azua estaba desierta y entonces procedieron a
ocuparla el día 20 de marzo de 1844, según el historiador haitiano Thomas
Madiou, al señalar: "Todos los habitantes la habían evacuado: los
haitianos no vieron sino dos mujeres, de las cuales una era loca y la otra de
edad muy avanzada, y algunos animales. El 21 llegó el General Souffrant a la
cabeza de su columna, que tenía tres días de retardo a causa de las emboscadas
que se había visto obligado a combatir, casi diariamente, desde su salida de
Neiba".
El 31 de marzo, el Almirante francés de Moges, a bordo
de la Fragata "La Neréide", se sitúa en la Bahía de Ocoa y desde allí
le dirige una comunicación al presidente de Haití, Charles Hérard, en su
cuartel general de Azua, para incitarlo a la conciliación con los dominicanos y
para reiterarle la propuesta que le hizo el 8 de marzo el Cónsul Levasseur,
para que aceptara la mediación de Francia en la terminación del diferendo sin
derramamiento de sangre y sin odios.
Al día siguiente, 1ro. de abril, de Moges desembarca y
se traslada a Azua, en donde sostiene una entrevista con el Presidente Hérard,
en su cuartel general, en relación con la cual al día siguiente escribe un
reporte al Cónsul Saint-Dennys, en el cual expresa estas informaciones: Hérard
cree que el movimiento dominicano no es la obra del pueblo, sino de la clase
superior, que quiere tener participación exclusiva en los asuntos y los
empleos; Hérard explica que sólo hará la guerra contra esos rebeldes, por tanto
no quiere apresurarse a fin de dar al pueblo la oportunidad de reflexionar y de
retornar a la autoridad haitiana; dice, también, que los españoles (nombre con
que designaba a los dominicanos) pudieron haber planteado sus aspiraciones
independentistas cuando se revisaba la Constitución en 1843, pero que ahora
esto era intempestivo; y, por último, afirma que viene como pacificador, y no
como un triunfador, por lo que no comprende la necesidad de una mediación
extranjera, ya que esto sólo estaría en orden si los ejércitos dominicanos
fueran numerosos y la lucha por Santo Domingo fuera muy sangrienta.
El 10 de abril de 1844, Hérard lanza desde Azua una
nueva Proclama por virtud de la cual anuncia que en breves días Santo Domingo
"verá sus muros abiertos ante sus columnas victoriosas", a la vez que
formula el juramento de "no deponer las armas sino después de haber
sometido a la obediencia a los rebeldes de la parte oriental de la República y
de haber impuesto silencio a la voz envenenada de la discordia".
Fuentes consultadas: Frank Moya P y J. Marcano
No hay comentarios:
Publicar un comentario