Orlando Martínez H, recordándolo en el 47 aniversario
de su asesinato
Los pistoleros estuvieron al acecho del comunicador ese 17 de marzo de 1975 y cuando salió del edificio de la revista ¡Ahora!, que dirigía, montados en tres vehículos le tendieron una emboscada en la calle José Contreras. Uno le frenó por delante obligándolo a parar y otros dos le dispararon por el lado izquierdo y por el derecho.
Le hirieron en el antebrazo inutilizándolo para que no
pudiera sacar un revólver que la misma Policía le había dado “para que se
defendiera” pero el tiro que le quitó la vida fue el que le penetró el pómulo
izquierdo. “Quedó con un pie afuera y con el arma en la mano”.
Sergio Augusto Martínez Howley, quien hace este
recuento, era el hermano querido de Luis Orlando Martínez Howley, el periodista
asesinado porque las ideas que publicaba molestaban al régimen, a funcionarios
y a oficiales interpelados a diario o semanalmente por el articulista. Ellos
dos fueron los hijos más pequeños de Luis Mariano Martínez Sánchez y Adriana
Howley Ogando y por la cercanía de sus nacimientos eran los que mejor se
llevaban. Orlando era el menor.
Sergio cuenta detalles desconocidos de la vida y la
muerte de este hermano a quien admiraba sobremanera, con quien compartió la
niñez, la mayoría de edad y al que todavía extraña y llora.
“Realmente en la familia siempre tuvimos el temor de
que le pasara algo, que le dieran un susto, por ejemplo, pero no que lo
mataran, se nos olvidaba que Balaguer era rencoroso y que esos militares vivían
acechando a Orlando”, expresa.
Martínez escribía a diario en El Nacional la columna
titulada Microscopio y cada siete días “Comentarios de poca tinta” en la
revista ¡Ahora! “¡Lo que publicaba era la verdad!”, reacciona Sergio citando
denuncias, interpelaciones y protestas de su hermano que dieron para un
voluminoso libro póstumo que publico Editora Taller, solo con los artículos del
vespertino.
“Montaron un servicio de espionaje frente a casa”,
expresa, enviaban anónimos amenazantes al intrépido escritor, le llamaban por
teléfono intimidándolo
“Un día parece que pensaban matarlo cuando bajara la
marquesina pues hombres armados penetraron a una pensión de mujeres que estaba
enfrente y no materializaron el crimen porque ellas se escandalizaron”, narra.
Agrega que el coronel Ernesto Cruz Brea, al que se
atribuía la dirección de un grupo llamado Las panteras negras, y quien
“pertenecía al sector militar de Enrique Pérez y Pérez”, le mandaba pasquines
inquietantes. “Un amigo de Orlando le comentó que este oficial tenía en su
escritorio varios de sus artículos y él escribió que, si le pasaba algo, que
interrogaran a Cruz Brea”, manifiesta.
“Víctor Gómez Bergés le advirtió que lo querían matar
y que esa gente no fallaba, luego supimos que el contacto era el chofer de
Víctor, que era militar, para que caliesara a Orlando pues éramos vecinos”,
refiere. Vivían en la calle Antonio Maceo, del ensanche La Paz. Extrañamente,
Gómez Bergés era un alto funcionario del Gobierno de Balaguer.
Sergio no cree que con tantos mensajes siniestros su
hermano estuviese tranquilo, pero él no se amedrentaba “porque tenía un temple
del carajo. Le estaban ofreciendo sacarlo del país y no aceptó, argumentó que
su misión estaba aquí, que esta era su tierra donde quería estar, que aquí vivía
o moría y que se debía a mucha gente que no tenía voz”.
En extensas entrevistas Sergio narra las facetas
públicas y privadas de su hermano, amigos, temperamento, trabajos,
entretenimientos, pormenores de la noche del crimen que ellos mantuvieron vivo
impidiendo que prescribiera, pero no habla con satisfacción de los resultados
pues solo llevaron a la cárcel a los asesinos de menor categoría.
La noche fatal. “Ese día yo había estado en la Liga
Centro, dejé una persona en Ciudad Nueva y cuando regresaba a casa por la
avenida Bolívar el periodista Pedro Caba puso su carro paralelo al mío y me
preguntó: ‘¿Supiste lo que pasó? Hirieron a Orlando’. Imaginé lo peor, llegué a
casa y me dijeron que fuera al hospital Marión” (luego Enrique Lithgow Ceara).
Allí no los dejaban pasar “pero Edmundo, mi hermano, y
yo, entramos a la fuerza”. Recuerda que Rafael Molina Morillo, entonces
propietario de Publicaciones ¡Ahora!, “también entró a la mala y gritó: ‘¡Si
quieren, mátenme!’. A Orlando “lo llevaron vivo, pero murió en el hospital.
Cuando llegamos ya había fallecido”.
A los nueve meses asesinaron a Edmundo porque hacía
públicos los nombres de los autores intelectuales y materiales del homicidio.
La familia se mantuvo firme reclamando justicia para
el mártir de la prensa y en ese sentido Sergio manifiesta: “le agradecemos a
los miembros del PCD que se nos sumaron. En la familia, la vocera y demandante
era mamá, yo era su asesor”.
Doña Adriana no pudo ver el desenlace pues partió al
otro mundo “pero estaba viva cuando llevaron a la cárcel a los autores
materiales”. En el 2000 fueron condenados el general Salvador Lluberes Montas y
el general Joaquín Pou Castro.
Sergio añade entre los implicados al coronel Isidoro
Martínez (La Caja), Enrique Pérez y Pérez, Ramón Emilio Jiménez.
Narciso Isa Conde publicó que “Orlando los sindicó
como los generales de horca y cuchillo refiriéndose sobre todo al grupo que
encabezaba el general Enrique Pérez y Pérez junto a los generales Salvador
Lluberes Montas, Ramón Emilio Jiménez y otros… A ese grupo pertenecieron
también el coronel Ernesto Cruz Brea, el mayor Pou Castro, y el coronel Isidoro
Martínez”.
Acota Sergio que “en una reunión que estos celebraron
se acordó que fuera Lluberes Montas quien se ocupara de la muerte. Él asignó a
La Caja a la avenida San Martín a esperar la salida de Orlando y este circulaba
mientras Pou Castro se encontraba en una barra de esa vía por la que Orlando
tenía que pasar”. Lluberes fue incluido entre los responsables del asesinato
“pero se las ingeniaron para sacarlo”, revela Sergio.
“Esa muerte nos destruyó, nos llevó un trozo de la
vida, todavía no nos recuperamos”, significa.
La calle
El 18 de marzo de 1980, el Congreso Nacional consideró
que Orlando Martínez, “asesinado vilmente por elementos terroristas, se destacó
brillantemente como uno de los más conspicuos defensores de los principios
democráticos, los derechos humanos y la dignidad nacional” y que, además, “se
hizo acreedor a la admiración, simpatía y reconocimiento de la colectividad
dominicana por sus virtudes morales y su fecunda labor periodística a favor de
los mejores intereses de la República”. Designó con su nombre la antigua calle
26 del ensanche Naco. Comienza en la avenida José Ortega y Gasset y termina en
la calle Del Carmen.
ARTICULO ¿POR QUE NO DR BALAGUER?
Señor presidente de la República, ya que usted impide
que un artista del prestigio y la calidad moral de Silvano Lora viva en su
Patria, ya que dejar en el extranjero a dominicanos le produce placer o
ganancias politiqueras, me voy a permitir hacerles algunas recomendaciones.
Espero que sobre todo medite la última. Como Usted ha
dicho que en este gobierno, y parece ser cierto, la corrupción sólo se detiene
en la puerta de su oficina, ¿Por qué no saca de la República Dominicana a todos
esos corruptos?
Como aquí existe una galopante inflación de
delincuentes sin uniformar y, según usted, también uniformados, ¿por qué no les
ordena a los calieses del régimen que los apresen y los metan en un avión? ¿Por
qué no les dice a los genízaros que prestan servicio en el aeropuerto que
apresen no a los que traen cigarrillos de marihuana, sino a los pejes gordos
del tráfico de drogas? ¿Por qué no manda al exilio a los que reciben comisiones
para negociar contratos que entregan nuestras riquezas a las compañías multinacionales?
¿Por qué no instala en un barco a los latifundistas, a los que están negados a
que este país salga del subdesarrollo y de la situación de miseria colectiva
que lo acompaña? ¿Por qué no entra en ese mismo barco a quienes en la ciudad
son el soporte ideológico de esos terratenientes? Y también a quienes son el sostén
armado, los que dan palos, apresan y torturan campesinos que luchan por sus
derechos.
Como Usted es en llave de los norteamericanos, ¿por
qué no le solicita un portaaviones para enviar al lugar que fuese a los
numerosos calieses que viven del trabajo del pueblo? En caso de que su amistad
con los Estados Unidos sea más estrecha de lo que sospechamos, ¿Por qué no le
pide al Pentágono un cohete último modelo con el objetivo científico de crear
una colonia de calieses en la luna? ¿Por qué no desaparece de la vista de los
dominicanos honrados, que son la mayoría, a todos los vagos que en este
gobierno cobran sin trabajar? ¿Porqué, tómelo en cuenta, no deposita en un
cómodo asiento de primera a los funcionarios irresponsables que se las dan de
Fouché contemporaneos y a la hora de la responsabilidad no dan la cara? Y mi
recomendación final: Si es inevitable que esta situación continúe, si es
imposible evitar actos indignantes y miserables como el que presencié el
domingo en el aeropuerto, ¿porqué, doctor Balaguer, no se decide Usted a
subirse en el avión o el barco y desaparece definitivamente de este país junto
a todos los anteriormente mencionados? Orlando
Martínez Howley.
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