Amaury
Germán Aristy
El movimiento revolucionario dominicano tuvo en Amaury Germán Aristy a uno de sus mejores ejemplos no sólo por su arrojo y convicción política, sino en su entrega a la causa liberadora de un régimen de ignominias y crueldades que sustentó el gobierno de los doce años (1966-1978) que presidió Joaquín Balaguer.
Amaury
Germán Aristy, un muchacho de un pueblo de montañas, como Padre Las Casas, en
la provincia de Azua, nació el 13 de abril del año 1947, y siendo aún un
adolescente se integró a las ideas políticas surgidas a raíz de la muerte del
dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, un período de oscurantismo que marcó
su niñez y, luego ya en Santo Domingo, repudió militantemente el golpe de
estado con el profesor Juan Bosch, el 25 de septiembre de 1963.
En 1964,
Amaury fue escogido de la Dirección de la Unión de Estudiantes Revolucionarios
(UER) y de la Sección Juvenil de la Secundaria adscrita al Movimiento 14 de junio,
organización a la que llegó a ser uno de sus más connotados dirigentes.
Cuando el
24 de abril de 1965 estalló la Revolución de Abril, el joven revolucionario
participó activamente, encabezando la dirección de los Comandos
Constitucionalistas.
Herido en
una pierna durante él frustrado asalto al Palacio Nacional, el 19 de mayo de
ese año, siguió en la clandestinidad detalle de la ocupación norteamericana y
de las negociaciones que finalmente concluyeron con el armisticio.
Elegido
presidente Joaquín Balaguer, tras unos comicios tildados de fraudulentos,
Amaury pasó a la clandestinidad total, y en 1967 viajó a la Habana, Cuba, para
participar en la Conferencia Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), donde fue
elegido vice-presidente.
Posteriormente,
viajó a China para prepararse militarmente y pautar la lucha en aras de la
liberación del pueblo dominicano.
En La
Habana se reunió allí con el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien ya
había desertado del cargo de agregado militar en Londres y se estableció en
Cuba para organizar el proyecto militar y político que en 1973 se denominó la
“Guerrilla de Caracoles”.
De las
reuniones sostenidas con el líder de la Revolución de Abril surgió la
coordinación de un movimiento que se denominó “Comandos de la Resistencia”,
también “Los Palmeros”, concebido para que fuera el brazo armado de apoyo a la
expedición guerrillera de Caamaño.
Amaury
ingresó subrepticiamente al país en 1968 y organizó el grupo de “Los Comandos
de la Resistencia” junto a Bienvenido Leal Prandy, Virgilio Perdomo y Ulises
Cerón Polanco, con los cuales planificó y ejecutó acciones desestabilizadoras
en contra del régimen de Joaquín Balaguer.
De alguna
manera Los Palmeros quedaron incomunicados del coronel Caamaño, pero ese
distanciamiento, cuyos promotores maniobraron intencionalmente para abortar la
unidad de la izquierda, no fue óbice para que Amaury Germán Aristy continuara
adelante con los preparativos tácticos y estratégicos para apoyar el proyecto
revolucionario de Caamaño de sacar del gobierno a Balaguer e instaurar un
gobierno socialista democrático.
Los
organismos de inteligencia militares y policiales, unidos a los servicios de
espionaje de la CIA, a finales de 1969 detectaron la presencia en el país de
Amaury Germán Aristy, lo que desató una serie de apresamientos y torturas en
contra de jóvenes revolucionarios en busca de informaciones sobre los contactos
y el paradero del dirigente de izquierda.
El propio
presidente Joaquín Balaguer asumió la dirección de los operativos de búsqueda y
captura del grupo de “Los Comandos de la Resistencia” y, con datos y fotos
suministradas por la CIA, convocó a su despacho a la cúpula militar y policial
para inquirirle sobre la presencia en el país de Amaury, mostrándoles incluso
fotografías de algunos de los miembros del grupo de revolucionarios, según
reveló años después el coronel Moncho Henríquez, a la sazón jefe del Servicio
Secreto de la Policía y quien fue comisionado por el mandatario para que lo
mantuviera enterado de los pormenores de las acciones que realizaban para
localizar y ubicar los movimientos de “Los Palmeros”.
El 11 de
enero de 1972 fue apresado el dirigente César Félix, quien abastecía de
alimentos a los revolucionarios que estaban en la clandestinidad, y ese mismo
día, según reveló luego Sagrada Bujosa, esposa de Amaury, el grupo tenía
previsto reunirse para salir del escondite de las cuevas del kilómetro 13 de la
autopista Las Américas.
Luis
Antonio Félix, quien cuidaba la casa contigua a la cueva, fue apresado y
desaparecido físicamente para siempre. Nunca el gobierno de Joaquín Balaguer
dio cuenta del destino trágico de este joven revolucionario, torturado
salvamente durante los interrogatorios.
César
Félix fue torturado inmisericordemente y ya con informaciones de primera sobre
el lugar en que se encontraban Los Palmeros, tropas militares y policiales
establecieron un hermético cordón sobre los alrededores del lugar, atacando en
las primeras horas de la mañana la posición de vigilancia que ocupaba
Bienvenido Leal Prandy, que cayó mortalmente herido.
Luego,
tras el tiroteo, fue asesinado Ulises Cerón Polanco, quien salió a la boca de
la cueva, ignorando que era objeto de la mira de los fusiles de los
francotiradores apostados estratégicamente.
Moncho
Henríquez admite que una columna de oficiales y alistados de la Policía,
encabezada por el capitán Virgilio Almánzar, avanzó hacia la cueva confiada en
que resultaría fácil neutralizar al resto de Los Palmeros, cuya cantidad
ignoraban en ese momento, las fuerzas represivas del gobierno.
Esa
columna compuesta por ocho policías cayó abatida metros antes de la cueva,
incluyendo al capitán Almánzar, una acción que alertó a las tropas sobre la
supuesta numerosa presencia de revolucionarios en el escondite.
Al
escenario de los hechos se presentaron además de la cúpula militar, compuesta
por el secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez Reyes y el jefe
de la Policía, Neit Rafael Nivar Seijas, los asesores militares de la embajada
norteamericana y de la CIA.
Cinco mil
militares mantuvieron en vilo al país durante los incidentes que durante unas
quince horas se registraron en las inmediaciones del kilómetro 13 de la
autopista Las Américas, en contraste con dos únicos combatientes oponentes:
Amaury
Germán Aristy y Virgilio Pérez, quienes finalmente cayeron abatidos ante la
embestida alrededor de las cinco de la tarde.
No
conforme con su muerte física, los militares y policías mutilaron y quemaron
los cadáveres de los valientes revolucionarios que lucharon de manera desigual,
en armamentos, equipos y tropas, con las fuerzas represivas del gobierno.
El
asesinato de Los Palmeros constituyó un duro revés para la lucha
revolucionaria, sin embargo, el heroísmo de sus integrantes, su valentía y su
ejemplo de combate y consagración representó un hermoso legado para las
aspiraciones democráticas del pueblo dominicano.
Texto: Miguel Mejía
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