Ulises Hilarión Heureaux Lebert alias Lilís, Ex presidente de la República
Ulises Hilarión Heureaux Lebert, mejor conocido por
el sobrenombre de Lilís, nació en Puerto Plata el 21 de octubre de 1845, o sea,
hace hoy, 176 años.
Su padre, José Alejandro D’Assás Heureaux Fortune,
un haitiano capitán de navío de la marina mercante francesa, se negó a criarlo.
Carente de recursos para mantenerlo, su madre,
Josefa Lebert, emigrada de una de las Antillas Menores, pasó su primera
infancia prácticamente en la calle, hasta que un hombre caritativo y sin hijos
lo tomó a su cargo para ofrecerle los rudimentos de la educación escolar.
Gracias al desvelo de su protectora, Roselia Jean
Louise, mademoiselle Rose, pudo vestir con cierta pulcritud.
Adolescente aún, entró a trabajar en el
establecimiento comercial de Francois Dambroise.
En él laboraba cuando a finales de agosto de 1863,
año y medio después de haberse consumado la anexión de la República a España,
Gregorio de Lora asaltó los cuarteles españoles de Puerto Plata, ciudad que fue
virtualmente sitiada por los patriotas dominicanos.
Entusiasmado con la guerra, Lilís acudía de noche a
los cantones donde acampaban los rebeldes a llevarles pólvora y plomo. En
cierta ocasión tomó las armas y salió herido en una refriega. A partir de
entonces continuó peleando hasta la conclusión de la guerra.
Su audacia y valor le ganaron el grado de coronel.
Actuó al lado de Gregorio Luperón contra Buenaventura Báez, acompañándolo en el
vapor El Telégrafo, y llegó a ser su lugarteniente.
Una bala le inutilizó el brazo derecho. En premio a
sus largos servicios militares, fue ascendido a General de Brigada.
En 1874, durante el gobierno de Ignacio María
González, abandonó las armas, dedicándose al comercio, pero las maneras
autocráticas del mandatario lo alejaron del Partido Nacional Liberal al que
pertenecían Luperón y Heureaux.
Ese distanciamiento se agravó cuando el primero le
reclamó a González que reconociera como deuda nacional la que había contraído
en su lucha contra Báez.
Al iniciarse la revolución contra Ulises Francisco
Espaillat, Heureaux, que era comandante de Armas de Puerto Plata, se opuso a
ella, concentrando sus fuerzas en esa ciudad, que defendió cuando ya Espaillat
había renunciado.
Lilís volvió entonces a ejercer el comercio, pero
muy pronto empuñó de nuevo las armas para contribuir al derrocamiento de Báez,
en 1878 y, al año siguiente al de Cesáreo Guillermo, en compañía de Luperón.
Entonces, Luperón encabezó un Gobierno Provisional,
designando a Heureaux ministro de Guerra y Marina. Durante su ministerio este
ayudó y protegió al independentista cubano Antonio Maceo.
En el Gobierno de Fernando Arturo de Meriño,
Heureaux pasó a desempeñar la cartera de Interior.
Exiliado en Puerto Rico, Guillermo preparó una
invasión a la República y desembarcó en las costas de Higüey. Heureaux se
dirigió hacia allí y lo derrotó en la loma del Cibao.
Ese triunfo le dio un fuerte ascendiente militar
sobre todos los demás generales del partido liberal o azul, lo que aprovechó
para su propio medro personal.
Así, cuando terminó el mandato de Meriño, su
protector Luperón no vaciló en solicitar a los miembros de su agrupación
política que lo nominaran como candidato a la Presidencia, en las elecciones de
1882, en las que salió vencedor.
El Gobierno de Lilís fue una continuación de los de
Luperón y Meriño, pero lo colocó en una posición de poder tal que, movido por
los baecistas, se dispuso a ser él quien señalara al próximo presidente de la
República.
De ahí que cuando Luperón quiso imponer la
candidatura de Pedro Francisco Bonó, la cual este rechazó, Heureaux se apresuró
a expresar su apoyo a la de Francisco Gregorio Billini como presidente y
Alejandro Woss y Gil como vicepresidente.
A ella se le opuso otra encabezada por el general
Segundo Imbert y Casimiro de Moya, quienes ganaron los comicios, pero Lilís
introdujo en las urnas 15,000 votos y el Congreso, sumiso, proclamó vencedores
a los primeros.
Deseando detener la creciente hegemonía de
Heureaux, el ala más liberal de los azules empezó a atacar al Gobierno de
Billini, quien finalmente tuvo que entregar el poder a Woss y Gil el 16 de mayo
de 1885, con lo que el control político quedó en manos de Lilís, ya que Woss y
Gil obedecía a sus dictados.
Las tendencias absolutistas de Heureaux alarmaron
al ala liberal, que se alineó con Casimiro de Moya con miras a las próximas
elecciones presidenciales.
Llegada la fecha, Moya presentó su candidatura y lo
mismo hizo Lilís. La gran mayoría del país estaba a favor del primero, pero de
nuevo Heureaux recurrió al fraude. Los moyistas iniciaron entonces una
revolución en 1886 y, como las armas favorecieron en un principio a los
insurrectos, Heureaux sobornó a los principales hombres del levantamiento y, al
final, Monción y Moya tuvieron que abandonar el país.
Tan pronto como Lilís asumió el poder por segunda
vez, instó a sus partidarios a pedir que el Congreso se convirtiera en
Convención Nacional a fin de modificar la Constitución para extender a cuatro
años el período presidencial de dos y lograr que las elecciones se celebraran
de acuerdo con la vieja forma indirecta de los colegios electorales, en vez de
la del sufragio universal y el voto libre y directo.
El Congreso no solo lo complació, sino que además
le otorgó el título de Pacificador de la Patria. Dueño absoluto de la
situación, Heureaux llenó las cárceles de presos políticos, amordazó a la
prensa y controló el Congreso.
Ante todos esos hechos, los liberales azules
solicitaron a Luperón, fuera de la República, que regresara para evitar que
Lilís se reeligiera en los comicios de octubre de 1888. Luperón accedió y
Heureaux le escribió para ofrecerle apoyo a su candidatura.
Pronto, Luperón descubrió que Lilís solo esperaba
la aprobación de un préstamo de 770,000 libras esterlinas, que Eugenio de
Marchena, un agente financiero, gestionaba en Europa, para lanzar por tercera
vez su propia candidatura.
Como el préstamo fue aprobado por la casa holandesa
Westendorp y Compañía, Luperón se retiró de la contienda cívica. Afianzado en
el poder, Heureaux reinició las persecuciones, encarcelamientos y asesinatos,
por lo que los exiliados políticos se reunieron en Haití bajo el liderazgo de
Moya para sacarlo de la presidencia.
El plan contaba con la colaboración del presidente
Hippolyte, molesto por la ayuda que su homólogo dominicano prestaba a los
contrarios a su gobierno.
Pero Lilís firmó un pacto con él y la proyectada
invasión abortó.
Necesitado de una mayor seguridad, Heureaux ofreció
al Gobierno de Estados Unidos el arrendamiento de la bahía y península de
Samaná a cambio de dinero y protección militar, pero la impopularidad de esa
decisión fue tan grande que se vio obligado a dejarla sin efecto. Dado que las
dificultades económicas del Gobierno aumentaban, recurrió a otro empréstito de
900,000 libras con la misma firma, pero esta no pudo facilitárselo y, para
evitar la quiebra, vendió sus intereses en la República a un grupo de
capitalistas norteamericanos, quienes fundaron la San Domingo Improvement
Company.
Cuando se convocó a nuevas elecciones a finales de
1892, Lilís expresó que no pensaba repostularse por encontrarse muy cansado,
pero en realidad lo que deseaba era saber quiénes serían los aspirantes a la
presidencia.
Eugenio de Marchena, funcionario del Banco Nacional
de Santo Domingo, presentó su candidatura y lo mismo hizo Lilís, derrotándolo
abrumadoramente gracias a su acostumbrado método.
En venganza por el fraude, Marchena le cerró el
crédito que tenía en el banco, y Lilís lo apresó y ordenó su fusilamiento en
diciembre de 1893.
Ignacio María González, ministro de Asuntos
Exteriores, que estaba en la conspiración de Marchena, se asustó y huyó a
Puerto Rico, de donde pasó a Haití a juntarse con Luperón y Moya para preparar
otra expedición contra Heureaux.
En esta ocasión Hippolyte los apoyó con armas y
municiones, pero Lilís le hizo saber que favorecería a sus enemigos si no
detenía la invasión y el presidente haitiano obligó a los expedicionarios a
salir de su país en el plazo de 72 horas.
En 1897, el Gobierno de Lilís se hallaba en total
bancarrota e incapacitado de poder cubrir las acreencias de nacionales y
extranjeros, por lo que tuvo que conseguir un nuevo préstamo de 600,000 dólares
en Europa, que destinó a pagar las deudas que había contraído con comerciantes
e industriales de las ciudades de Santo Domingo y San Pedro de Macorís, dejando
a los cibaeños sin recibir nada.
El disgusto por esa discriminación se sintió
rápidamente, concretándose en la invasión marítima que desde Montecristi lanzó
el negociante Juan Isidro Jimenes.
La invasión fracasó y Jimenes se exilió en París,
donde entró en contacto con un grupo de jóvenes dominicanos que se disponía a
regresar a su país. Ya en él, uno de ellos, llamado Jacobito de Lara, se unió
al comerciante y agricultor Horacio Vásquez, quien con su primo Ramón Cáceres
urdía el derrocamiento de Heureaux.
El 26 de julio de 1899, Lilís, que se encontraba en
Moca, fue asesinado en una de las calles de esa ciudad.
Fue uno de los políticos dominicanos más
singulares. Dotado de una gran sagacidad política, unió a su falta de
escrúpulos un talento natural que lo convirtió en la figura más controversial
de su época.
De la misma manera que no vacilaba en matar a sus
enemigos, así también era generoso con ellos en ocasiones. Surgido de las
entrañas del pueblo llano, su lenguaje pintoresco, no exento de cierta gracia y
picardía, así como muchas de sus actividades, originaron un curioso anecdotario
que fue recogido en varios libros.
Bibliografía
-Acevedo, Cristal: “El ajusticiamiento de Ulises
Heureaux cerró el siglo XIX”, en Hoy, 26 de julio de 2012.
-Alemar, José Luis; Rodríguez Objío, Manuel: Gregorio
Luperón e Historia de la Restauración, Tomo I, Sociedad Dominicana de
Bibliófilos, Editora de Santo Domingo, 1975.
-Álvarez-López, Luis: Dieciséis conclusiones
fundamentales sobre la anexión y la guerra de la restauración (1861-1865),
Santo Domingo, Editorial Argos, 2005.
-Balcácer, Juan Daniel: “16 de agosto, día de la Restauración”, en Listín Diario, [Puntos de vista], 29 de agosto de 2010
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